jueves, 17 de julio de 2008

Una vida de perro

Un perro blanco, grande y con sarna. De patética y triste apariencia, pero con divertidas historias por contar. Lobo vendría siendo su seudónimo para quienes lo ven y temen, tonto para quienes lo conocen, bonito para los humildes. Un borreguito de nieve (no era perro, ni quien lo creyera) cuando era pequeño... se hizo perro por las malas costumbres. Solía saltar de gusto ante cualquier ocasión y dormir en el mosaico de la casa no dejando un mal olor, sino una dulce presencia. Hoy en día, tras mucho tiempo de dormir en su casa (que mas bien parece de humanos para la hora del té) porque la presencia era más maldición que ternura, y la lana ya no esponjosa sino irritable por el mal olor, se hizo uno más de los perros que todo el mundo les cree que son perros. Algo divertido de éste en particular, es que no vive solo, sino también con su esposa. Una pastor alemán que causa gracia por su gordura y su modo al andar por la calle. Temida por los hombres y acobardada ante los regaños. Se casaron tras ésta haber llegado a la casa, y por supuesto que las juezas de boda fueron las ahora jóvenes que de niñas creían en el romanticismo fantástico y que ahora no es mas que una mofa ridícula. Aún así el matrimonio sigue siendo válido, y la vida de este perro sigue. Todos los días por las mañanas suele ir por una galleta y recostarse en alguna de las puertas, cosa que no se le entiende pese a los trancazos que se le dan al abrir. También se hace pasar por un mal entendido, ya que al pasear por las noches y andar buscando entre la basura, pretende negarlo teniendo la nariz llena de residuos de comida y no acepta reclamo alguno. Aún así, el tiempo lo ha hecho nuestro, sin importar cuánto nos desagrade la mayoría de las veces. Sentimos cerca su partida... y lejanas sus huídas a otros mundos... Una vida de perro.

miércoles, 2 de julio de 2008

Curiosidades mundanas...

Es curioso el cómo con un sencillo
saludo de mano es voluntario
el fin de nuestra vida.

Curioso el saber que hay
un corazón en nuestro pecho
y no lo sintamos palpitar.

Dejarnos ahogar por un vaso
de agua mientras llora...
pues los hielos del claro veneno
que alivia nuestra sed suicida,
se derriten ante el impedimento.

Curioso caminar sin lograr
encontrar sendero...
pies sin existencia notoria.

Curioso el escribir esto
sin haberlo pensado antes...
curioso creer que la máquina
no existe ni yo tampoco.