sábado, 27 de diciembre de 2008

Tiempo a destiempo

16 días han pasado de que no escribo en este blog. 4 pasaron (y otra larga jornada igualmente desde que lo recibí... mi culpa, mi culpa) (entre tiempo y destiempo) para leer el libro en cuya situación más reveladora me encontré: Tiempo a destiempo por el autor Dr. Luis Calderón (y del cual puedo decir que es mi padrino). Recuerdo la Feria del libro de 2007: Iba con mis compañeras de escuela, y al llegar a la editorial donde éste se publicó, les dije: "yo conozco al autor, vive en mi casa" y se me quedaron viendo raro. Al inicio de la publicación de la obra era una caso gracioso: un médico psiquiatra historiador dramaturgo y demás puestos que se le podrían poner... ESCRITOR. Ése, a opinión personal es el que me acabó agradando más. Es verdad: creí... no sé qué creí en realidad antes de disponerme enteramente al leerlo. Habían avances que a la hora de la comida (en domingos) nos platicaba el autor: sobre las nuevas palabras y demás descubrimientos para incluir en la novela. Sí, era todo de historia. ¡Tuve suerte en enterarme de ello antes! Y bueno, al leerlo descubrí que en verdad el libro me causaba gracia. Descubrí, de lo poco que he leído y conozco (a gustos del autor) pintorescas frases y una narrativa un tanto al estilo de Stephen King y de Star trek, así como algo calmado y visual a manera de Carlos Fuentes e interpretativo de José Saramago o José Emilio Pacheco... ese de que sin necesidad de buscarle tanto, sólo con atención se entiende. Fuera de ello, y conste que tal libro no es para medio didácticos necesariamente, se puede decir que aprendí o descubrí quién era mi madre en realidad (dicho a sobremanera) pues, como un final de tele-noverlas (telenovelas y sin insulto) cuando se ven y se cree en una historia de la cual no hay quien la cambie, sucede que al final de cuentas llega el que dice "ah, no...". Sí, fue chistoso. Debo admitir que reprocho mi mala decisión de no haberle dedicado tiempo antes, y haber leído primero el borrador de otro libro (del mismo autor) el cual aún no se ha publicado, esperemos sí. Pero, a decir verdad, mi pena más grande es que qué mal haya leído otros libros cuyos autores ni conozco... siendo éste uno especial. Primera entrada que publico y trate sobre un libro (ya sé que como aspirante a literata quizá debiera hacerlo) por lo que ésta entrada va con una cariñosa felicitación y dedicatoria al doctor-escritor, etc, etc, que vive en mi casa...

jueves, 11 de diciembre de 2008

Luz de lluvia

Ese día en que no habían ocasiones mas que la lluvia, permanecía afuera esperando una oportunidad. Las gruesas gotas caían sobre el pasto, formaban charcos negros a nuestros pies. Navegaba en mi barco de fantasía, el frío aire me llevaba a buscar la luz. Veía la lluvia caer entre la oscura tarde, mi brújula perdió dirección, y el frío se volvió calor. La lluvia era pequeñas partículas de luz que se habían olvidado de ser agua, el negro charco se volvió cristalino. Mi barco yacía hundido en lo profundo de lo extinto, y la brújula por sí misma encontró su dirección. Yo, ante un escenario, un inmenso cristal. Creí todo ese tiempo haber estado afuera, y tan sólo se me dio la oportunidad de soñar un poco entre la imaginaria gente de aquel solitario lugar.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Nueve de diciembre

Alguien me dijo en tu lugar que yo no dejase de escribir, que retomara el libro perdido cuyos primeros dos capítulos he arrojado a la basura. En tu lugar permanecías sentado, sin espiar a ningún lado, mientras en mí un torrente me ahogaba, queriéndote gritar lo siento estar ahí. Permanecí un largo momento disfrazado de eternidad, doña espera no llegaba y yo dejaba de respirar. Sí, me viste ahí afuera, quizá pensaste lo acertado; unos claveles en mis manos, envueltos en papel clasificado. Sí, el parecido a uno de cierta carta (otra) que silencio tuvo de infeliz respuesta. Sólo un saludo sin escapatoria, pues te impedí poderte ir. Un clavel era para ti, después de algunas flores marchitas que te dí. La verdad era que ¿qué importaba mi sentir? los años no eran altos para pequeño vivir feliz. Pequeño digo, no soy persona diaria; hay días en que me decido seriamente el dejar de vivir.
Nueve de diciembre, no se escuchaba mal. Cicatrices en mi cara, el rastro de mis secas lágrimas agridulces vueltas lodo por el aire acompañado de su tierra el porvenir. ¿Qué destino me traía? Pronto salí de ahí y me encontré al deseo en mi camino. Deseé olvidar tu indiferencia y ese tiempo en que viví por ti, deseé una balsa en mi cabeza, que mis recuerdos se iban naufragando entre penas y su fin. Deseé un momento más a tu lado, oh aureola perdida de cielo sin existir. Deseé llegar a algún destino, y que tú fueras feliz. Hoy es diez de diciembre, y creo que el nombre no me gusta tanto como el que tú me has hecho escribir en mi viejo capítulo olvidado, en cierta parte de mi ser que un nueve de diciembre ha recordado esperando más capítulos por escribir.