sábado, 27 de diciembre de 2008

Tiempo a destiempo

16 días han pasado de que no escribo en este blog. 4 pasaron (y otra larga jornada igualmente desde que lo recibí... mi culpa, mi culpa) (entre tiempo y destiempo) para leer el libro en cuya situación más reveladora me encontré: Tiempo a destiempo por el autor Dr. Luis Calderón (y del cual puedo decir que es mi padrino). Recuerdo la Feria del libro de 2007: Iba con mis compañeras de escuela, y al llegar a la editorial donde éste se publicó, les dije: "yo conozco al autor, vive en mi casa" y se me quedaron viendo raro. Al inicio de la publicación de la obra era una caso gracioso: un médico psiquiatra historiador dramaturgo y demás puestos que se le podrían poner... ESCRITOR. Ése, a opinión personal es el que me acabó agradando más. Es verdad: creí... no sé qué creí en realidad antes de disponerme enteramente al leerlo. Habían avances que a la hora de la comida (en domingos) nos platicaba el autor: sobre las nuevas palabras y demás descubrimientos para incluir en la novela. Sí, era todo de historia. ¡Tuve suerte en enterarme de ello antes! Y bueno, al leerlo descubrí que en verdad el libro me causaba gracia. Descubrí, de lo poco que he leído y conozco (a gustos del autor) pintorescas frases y una narrativa un tanto al estilo de Stephen King y de Star trek, así como algo calmado y visual a manera de Carlos Fuentes e interpretativo de José Saramago o José Emilio Pacheco... ese de que sin necesidad de buscarle tanto, sólo con atención se entiende. Fuera de ello, y conste que tal libro no es para medio didácticos necesariamente, se puede decir que aprendí o descubrí quién era mi madre en realidad (dicho a sobremanera) pues, como un final de tele-noverlas (telenovelas y sin insulto) cuando se ven y se cree en una historia de la cual no hay quien la cambie, sucede que al final de cuentas llega el que dice "ah, no...". Sí, fue chistoso. Debo admitir que reprocho mi mala decisión de no haberle dedicado tiempo antes, y haber leído primero el borrador de otro libro (del mismo autor) el cual aún no se ha publicado, esperemos sí. Pero, a decir verdad, mi pena más grande es que qué mal haya leído otros libros cuyos autores ni conozco... siendo éste uno especial. Primera entrada que publico y trate sobre un libro (ya sé que como aspirante a literata quizá debiera hacerlo) por lo que ésta entrada va con una cariñosa felicitación y dedicatoria al doctor-escritor, etc, etc, que vive en mi casa...

jueves, 11 de diciembre de 2008

Luz de lluvia

Ese día en que no habían ocasiones mas que la lluvia, permanecía afuera esperando una oportunidad. Las gruesas gotas caían sobre el pasto, formaban charcos negros a nuestros pies. Navegaba en mi barco de fantasía, el frío aire me llevaba a buscar la luz. Veía la lluvia caer entre la oscura tarde, mi brújula perdió dirección, y el frío se volvió calor. La lluvia era pequeñas partículas de luz que se habían olvidado de ser agua, el negro charco se volvió cristalino. Mi barco yacía hundido en lo profundo de lo extinto, y la brújula por sí misma encontró su dirección. Yo, ante un escenario, un inmenso cristal. Creí todo ese tiempo haber estado afuera, y tan sólo se me dio la oportunidad de soñar un poco entre la imaginaria gente de aquel solitario lugar.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Nueve de diciembre

Alguien me dijo en tu lugar que yo no dejase de escribir, que retomara el libro perdido cuyos primeros dos capítulos he arrojado a la basura. En tu lugar permanecías sentado, sin espiar a ningún lado, mientras en mí un torrente me ahogaba, queriéndote gritar lo siento estar ahí. Permanecí un largo momento disfrazado de eternidad, doña espera no llegaba y yo dejaba de respirar. Sí, me viste ahí afuera, quizá pensaste lo acertado; unos claveles en mis manos, envueltos en papel clasificado. Sí, el parecido a uno de cierta carta (otra) que silencio tuvo de infeliz respuesta. Sólo un saludo sin escapatoria, pues te impedí poderte ir. Un clavel era para ti, después de algunas flores marchitas que te dí. La verdad era que ¿qué importaba mi sentir? los años no eran altos para pequeño vivir feliz. Pequeño digo, no soy persona diaria; hay días en que me decido seriamente el dejar de vivir.
Nueve de diciembre, no se escuchaba mal. Cicatrices en mi cara, el rastro de mis secas lágrimas agridulces vueltas lodo por el aire acompañado de su tierra el porvenir. ¿Qué destino me traía? Pronto salí de ahí y me encontré al deseo en mi camino. Deseé olvidar tu indiferencia y ese tiempo en que viví por ti, deseé una balsa en mi cabeza, que mis recuerdos se iban naufragando entre penas y su fin. Deseé un momento más a tu lado, oh aureola perdida de cielo sin existir. Deseé llegar a algún destino, y que tú fueras feliz. Hoy es diez de diciembre, y creo que el nombre no me gusta tanto como el que tú me has hecho escribir en mi viejo capítulo olvidado, en cierta parte de mi ser que un nueve de diciembre ha recordado esperando más capítulos por escribir.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Disturbio en "to" mayor.

No basta con saber que existo
cuando el espejo se burla de mí
cada vez que no resisto.

Por este mundo incierto
el tiempo burla mi seguir
perdiendo bendición
¡oh tétrico tormento!.

Me abrazo al cielo infinito
mi anhelo, mi sueño
consuelo servil y funesto.

Olvido, abandono ingrato
recuerdo, amante andariego
duda, eterno celibato.

Niego el amor y su aspecto
áspera me entrego a la cisma
dejo al cristo en su cruz
y me apena el pecado
involuntario e inquieto.

¿Qué más lloro por lo perfecto?
imbécil sin lujuria
confabuladora fiel de la tragedia
conspicua asesina de la poesía
sin luto.

Vida que carece de contexto
falacia de ilusiones
cautivérico lamento.

Cuando llegue el arrepentimiento
al fin y anegada en lágrimas
sabré, infeliz
que yo he muerto.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Sinceridad a la cebolla...

¡Oh, blanca y redonda cebolla...!
Que en cada plato te encuentras,
uno quisiera encerrarte en una olla
y lanzarte a un precipicio
a que mueras.

¡Oh, cebolla...!
Cómo quisiera quemarte,
atravesarte una estaca y matarte...
¡Separarte del taco y maltratarte!

Que te salga una cara, y golpearte.


*Nota:
Este pequeño poema nació a base de la
inspiración de mi compañero Carlos Fernando
Laura Gutiérrez, durante una clase de
Fundamentos de la Comunicación, en la cual
nos pidieron un poema o verso, y Fer hizo
éste... así que le pedí si podría publicarlo
aquí... y lo permitió. Para que ustedes,
lectores cibernéticos, compartan nuestra risa
al leer tal sinceridad mostrada hacia una
cebolla (... jajaja).

viernes, 31 de octubre de 2008

Y se fue octubre...

Aún sin sentir su presencia, octubre se escabullía entre las fechas de mi cuaderno, se mostraba frío en ocasiones, caluroso en otras. Octubre jugó con mi tiempo, pues creía que seguiría siendo el de siempre cuando cambia el horario (¡y me dicen que
ya es de invierno!) no me dí cuenta de lo que pasaba, siempre vestido a colores no muy claros, ni oscuros... crujían sus víctimas, las hojas, al ritmo de mis pasos apresurados, mientras el cielo se vestía de naranja y lila, haciéndome perder mi interés en la gente de afuera. Octubre acariciaba mi cara cada vez que no lo encontraba en mi calendario. Hasta que un día, el último, se puso un disfraz para que nadie lo reconociera en su falta... y se fue.

martes, 28 de octubre de 2008

Las luces y sus sombras

Es mi vista, no la oscuridad. Las luces se prenden en vano, la carretera sigue, los autos pierden su rumbo.

Veo a las sombras perseguirme con su niebla, es mi vista la que no capta sus movimientos y me pierdo una vez más entre las luces apagadas.

Son de colores, uno, dos, miles, nada. La carretera no tiene fin, ningún destino del que no podamos salvarnos.

Las sombras me abrazan entre las luces que se apagan. No siento el paso del auto en el que viajo, buscando la luz, sombras... nada.

lunes, 27 de octubre de 2008

El señor cuento

No vayas a agarrar las palabras de esa ensalada... (usted me roba la señal) la radio agonizaba en las últimas notas de aquella ridícula canción. No tenía noción alguna del tiempo, y la ensalada de letras perdía su frescura y ya se tornaban malas y poco nombrables. Olvidé mi mazapán entre la confusión y el encuentro de las últimas palabras que a la vez se perdían con la agonía de las notas al robarse el señor cuento la señal: "No vayas a agarrar las palabras..." me decía.

(Reflexión sobre las sopas de letras queriendo ser ensaladas... el señor cuento parecía estar cerca de resolver el misterio... ¿o pura confusión?)

Son seis días a la semana, seis mañanas, más de seis interrupciones y múltiples conversaciones pasadas (y por tanto, repetitivas). El mazapán deshecho en mi blusa, la radio hablando el idioma monstruo, el sol pegándome en la cara... El señor cuento ahí seguía, con su cachucha anaranjada y camisa a cuadros. Cada mañana llega ostentosamente a dar los buenos días y luego hace enfermar a la radio. Por ratitos se va y regresa, platica monótonamente o hace tribunal de justicia al llegar la dueña con su mata de molestas tentaciones. ¡Es tan frustrante cuando me llega la inspiración...! Lea, escriba o escuche boleros de antaño (con mi mazapán en la mano) empieza a hablar bajo cualquier pretexto. Algo atormentada y molesta (resignada más tarde) he de escucharlo y solidarizarme con las mismas ideas. Señor cuento: viejito plomero de camisa a cuadros y cachucha anaranjada; víctima de circunstancias impuestas por la vida y abandono irremediable de oportunidades maestras (aún así, el consuelo es que le llamen "maestro"). Enemigo de mis libros, trauma de mi pluma y hojas de papel, incomprendido mal de la radio y desvanecedor mágico de mazapanes. Su identidad secreta... (todo se sabe) y cuando me preguntan por él me dicen: "¡ah, qué parlanchín ¿verdad?!". No niego me ayuda bastante a ser un ociosa lectora (carrilla ya bautizada como la niña "estudiosa" o "la niña de los libros") (aunque luego se desquita, ya ven) ni tampoco niego extrañe algún día su hablar intermitente y preguntar: "¿hoy no vino Don Felipe...?".

jueves, 23 de octubre de 2008

Luna de octubre

Anoche contemplaba la vista de la cuidad. Era una oscuridad multicolor entre cerros de penumbra. Descubría apenas un misterio (la noche nunca quiso ser negra) cuando de pronto vi hacia la luna: era redonda, entre pálida y amarilla, con unas cuantas pecas en la cara de ojos cerrados. Siempre la espiaba... por ejemplo, sé que a veces le gusta voltear la mirada sin lograr ocultar su sonrisa arqueada. También sé que en ocasiones platica con la noche, que siempre tiene miedo a quedarse sola, por lo que la luna le presta su capa de estrellas cuando se va a dormir su
temporada. He escuchado que son más hermosas las lunas de octubre cuando caen las hojas de los árboles y se siente un ligero frescor en el aire. No lo sé, voy por la carretera viendo a través de la ventanilla tratando de oír la noche preguntar a la luna ¿qué pasaría si se extinguieran las luces y se perdiera la capa con las estrellas, quedándose sola? ¿se perdería entre la verdadera oscuridad? ¿nacería un nuevo día? Mientras la luna de octubre se preocupa sólo en seguir siendo bella...

Instrucciones para comer un mazapán

Primero debe asegurarse de que sea un mazapán íntegro, perfecto en su forma (si no desea pasar un blanco disgusto).
Luego, busque detenidamente el extremo negro de entre sus dobleces complicados.
Precaución:
No trate abrirlo sin el cuidado e importancia que requiere... ya que si no, Usted no sería digno de comerlo.
Ya abierto, tiene que estar el plástico perfectamente cuadrado y no circular (como aparenta) si no es así, sería preferible usar un mandil o algo.
Y, lo más importante: partirlo con suavidad y cariño, impidiendo que caiga ninguna migaja ni que sufra por su perfección prevista.
Se tiene que disfrutar sin ninguna prisa ni expectativas, uno va haciendo del mazapán sus propias ideas mientras se descubren los trocitos de cacahuate invisible (¿por qué no se verán...?).
Si se está leyendo en el momento, no se asuste al encontrarse con una rosa entre las palabras; aleje el mazapán a medio acabar de la página.
Es siempre recomendable tener una servilleta a la mano, y no rascarse la cabeza mientras tanto (o fallará en hacer creer a los demás que no tiene caspa).
Cuando termine y queden los trocitos sorpresa (por eso el cuidado) tome una de las esquinas y haga de lo demás una forma de taco, dirigiéndolo hacia su boca.
Listo... podrá reiniciar felizmente sus actividades. Pero... si ha ignorado todo esto, evite sonreír y caminar por la calle.
De otra manera, se reirán de Usted por no entender que ha hecho un mal consumo del mazapán, el cual contiene su arte y venganza sin que lo delate.

martes, 21 de octubre de 2008

Metamorfosis en un puesto de revistas

Con todo ese ruido en la calle y yo con mi radio, empanada de crema y libro en mano, no conseguía razón de seguir sin pensar alto o continuar la lectura casi gritando. Al principio creí que mi garganta ya no daba para más... cuando luego descubrí que me estaban robando las palabras.
Sentí miedo al ver hablar los periódicos, silbar las revistas, reír los dulces, cantar los gatos. La gente alcanzaba mejor entonación para los gemidos de su llanto al pregonar que la vida es bella poesía mientras todo se desvanecía a sus espaldas. Quieta, muda e inmóvil, quise escapar... y como encanto cruel me transformé en una mariposa, volando en el aire de mis pensamientos y melodías mientras abajo se perdía la voz y la ilusión, siendo yo un objeto sobrenatural de pequeñas alas después de haber indagado entre estanterías buscando un mejor mundo inventado y divina fantasía.

viernes, 17 de octubre de 2008

Las llaves

Se creen la entrada al cielo. Son tan obstinadas... que al momento de pasear por la calle suenan con ímpetu y travesura. Yo las conozco mejor que nadie (aunque ya todos las conozcan) reconozco su tintinear cuando están enojadas, apresuradas o tristes. Son tantas y de considerable peso, que sería el fin de la utilidad puertífera si se llegaran a perder. A veces ( no es envidia) creo que podrían tener la llave al cielo, pues hay ocasiones en que entre ellas se desconocen. Se visten de dorado y plata para mostrar su elegancia y figura (me causa risa sus enormes cabezas) y se adornan con grandes medallones. Ah, la vanidad de las llaves... en específico éstas. Cada mañana, mediodía y noche hay que preguntar por ellas (no pueden faltar a ninguna ocasión) y si no se pregunta por ellas, pierden su importancia. Ellas no, y es por ello la vanidad de su fama. Esas llaves no pierden detalle ni el interés de nadie. Mi interés ahora es: ¿realmente tendrán la llave al cielo...?.

No quiero...

No quiero escribir nada sin sentirlo. Acerca de la mariposa que se ha posado sobre mi hombro, causándome un impacto desagradable. No quiero decir algo, ni tampoco nada... como aquella vez en que daba vueltas en mi cabeza, sin saber qué decir. Sólo he recordado que tengo un papel y una pluma a mi mano. No quiero sentirme artista, ni poeta, ver al cielo y escribir de ello ahora, que está de un azul celeste, sin nubes que le adornen ni le manchen, y en las que quisiera dormir. No quiero hundirme en esta silla cómodamente con un papel y una pluma, ni hacer un cuento, recordando cosas que no quisiera sentir mientras tanto...

miércoles, 15 de octubre de 2008

Qué quisiera yo creer...

Me gustan esas falsedades plasmadas en el cielo cuando es de noche y espero la llegada de algo. Hasta me dan ganas de pedir deseos, mil, y evitar la caída de mi suelo. ¿Qué es una ilusión más en mi fracturado mundo? Vana fantasía que no puedo matar ni tampoco evadir... tan sólo alimentarla. Es como la trágica historia en la cual el loco culpa al demente, éste al incoherente, el incoherente al inconsciente. En fin... todos acaban con la misma culpa bajo los mismos defectos, ¿qué soy yo queriendo soñar? Me gustan esas falsedades plasmadas en el cielo cuando es de noche, y los relatos de locura y fantasía.

sábado, 11 de octubre de 2008

El mar del silencio

El tono del cielo, aquel día de nostalgia y preocupaciones era de un divino azul y un fulminante lila, quizá. Andaba por la calle en busca de la salvación sin cargos, una salvación plena en la que me abrazara la gloria que tanto espero. Un extraño ruido, agresivo, sublime, me llamaba desde mi recóndita alma: eran las olas que azotaban su existencia contra el muro del mundo que tanto evitaba. Estaba muy cansado, y decidí protegerme del esplendoroso abismo con la sombra de un árbol. Sentado, descansando de las intrigas y dejando de lado el calentador, me puse a escuchar el silencio de las olas. Me llamaban, me confundían: ¿quién era yo ante esta inmensidad? ¿qué hago aquí, dentro de la guerra, estando la profundidad de la calma a mi lado?. Una pregunta, dos, fueron suficientes para meterme al mar con mis pensamientos; mi cuerpo se quedó ahí afuera, bajo el árbol. En un principio nadaba entre la esperanza y el silencio en mi búsqueda. Sólo seguía el rayo de luz que se proyectaba desde arriba, donde ardía el fuego de la maldad emanando humo de los inocentes que aún no encontraban el camino hacia el mar. En un principio sentí pena de no regresar y seguir nadando, al final acabé entregándome a los brazos del perdón y del olvido. Mi cuerpo lo encontraron convertido en pasto y el calentador plantado.

*Basado en una anécdota de un esperanzado anciano que caminaba por la playa con un calentador automático en la espalda.

El camión solitario y el viaje de la infancia

Anoche subí al camión solitario. La música había abandonado las bocinas y olvidado sus mejores letras vulgares. Aquella tarde había sido de enojos, frustraciones, e incluso lamentos; no quería preguntas de nadie ni tampoco asombros inesperados que me provocaran auto compasión... sólo quería ver hacia el cielo. Se había oscurecido el ambiente y aproveché el descuido de todos para escapar a paso rápido, ya me voy... me fui. Entre las ramitas apenas se escuchaba el murmullo de las voces en la lejana celebración. Más tarde habría de ser la protagonista, por el momento ya me quería ir. En aquella parada bajo el puente, tomé el camión solitario: la gente permanecía sentada compartiendo el lugar con la soledad y su silencio; los foquitos que se prendían y se apagaban iluminaban la oscuridad. Era un fúnebre camioncito con traje de fiesta. En algún momento, ya transcurrida la tarde (cuando la pereza se había aliado en aquella infestuosidad) presencié el nacimiento y presentación de un nuevo poemario inspirado en la trágica pero divertida Tijuana, donde las ratas se volvían caníbales y se compartía una extraña inspiración de poesía y aventura en las habitaciones de cada motel de la Coahuila (la voz de aquel poeta transmitía sus vividas experiencias o su buena interpretación inventada). Veía por la ventana el lento caminar de las personas, la alegre mesa de algún café, la miseria acurrucada entre periódicos, protegiéndose del frío rincón desgraciado. Se detuvo el camión. La inocencia disfrazada de malicia empezó a ocupar los lugares de atrás. Niños de la primaria (quizá secundaria... espero) agresivos y mal hablados, comenzaron a asomar sus cabezas por la pequeñas ventanas sin temor de algún peligroso frenón, no viendo más allá de lo que sus ojos podían ni haciendo caso de lo que sus corazones decían; simplemente se burlaban de aquellos quienes se encontraran a su paso, o es que era tal su juvenil alegría que era imposible dejarla encerrada. No lo entendía. Llegó a mí el recuerdo de la playa y los paseos por la arena en la que dejábamos las huellas de nuestros pies pequeños que tantas veces habían danzado los inocentes juegos de rondas, y nuestras manos, que con la misma arena, eran capaces de construir castillos y fáciles sueños imposibles, recogían conchitas que más tarde serían el recuerdo sostenido en nuestras manos traviesas, que, con gises de colores hacíamos un bonito bebeleche en el patio de la casa. Llegó a mi olfato el aroma de la brisa que tanto nos gustaba, y para entonces aquellos niños se habían ido, y con ellos, el último recuerdo. Solamente esperé que tú también recordaras el aroma de la brisa de nuestra infancia, que reflejada por la ventana del camión solitario, hubo de inspirarme cierta nostalgia al regreso a casa de la universidad a la que vamos.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Lágrimas de tinta

Caminé algunos instantes entre esos recuerdos y mi vida que seguía. Trataba de encontrar algún tesoro perdido en el camino, y sólo me encontré con todos esos papeles en los que yo escribía mis dudas y reclamos. No hallé la alegría, sólo lágrimas de tinta que se iban dibujando por mi cara, inmortales, eternas. Mi juventud se perdía entre esas palabras, oscilando entre la vejez y la muerte, marcando fuertemente las tenues líneas que dictaban mis plegarias ante el extraño temor de seguir existiendo y no existir más. Siempre juiciosa ante el espejo, a la callada sombra y al indomable tiempo. Con lágrimas de tinta lograba todo, mi perdición, pidiendo piedad a la esperanza y desgarradora voluntad a este cuerpo porque se siga moviendo a través de mi pantano existencial. Ya no veo más, me pierdo ante el misterio del tesoro divino; son tantas lágrimas... que la tinta ha llegado hasta mi garganta, perdiendo la voz, la cara, el olfato, y momentos antes de perder mis ojos, escribo mi última lágrima de tinta: escribir es nuestra última esperanza de seguir existiendo.

La marcha del silencio

Llegamos a la blanca torre replicada, entre el pasto y los árboles. La gente hablaba entre sí, sostenían las mantas y defendían sus causas de ser. Habían pasado cuarenta años de lo sucedido, y estábamos ahí, como almas en protesta. Un altavoz, danza y tambores. Coloridos trajes y otros fúnebres hacían de la congregación una visible presencia a pesar de la minoría. Avanzamos, y de ahí no hubo quien nos detuviera. Se alzaron las voces, cámara y presencia durante el transcurso de nuestros pasos. Ella iba a mi lado, hablaba y medio se deshacía mientras el coro seguía: "si no hay solución, habrá revolución". Yo permanecía callada, feliz (quizá a veces me reía de ella), y miraba hacia la nada. No eramos nada, sólo voces, pasos y mantas que recorrían calles en señal de vida y muerte, mientras las curiosas, molestas y extrañas miradas nos perseguían desde afuera, sin escucharnos, tratando de encontrarnos con lentes oscuros. Veía hacia esa carretera limitada, el vuelo de las aves, la tonalidad del cielo. "¡Alcen las voces!" ¿Seremos escuchados? ¿un vago recuerdo? No pensé en más al ver la calma, sólo veía la esperanza, el pasar del tiempo que nos hace decir después de aquellos años y una circunstancia, varias, que: "2 de octubre, ni perdón ni olvido". Entonces me sentí asesinada por el recuerdo no vivido, reencarnando en otro ser, protestando por el olvido y el seguir de la injusticia.

sábado, 27 de septiembre de 2008

A base de nada y de algo...

Preguntarme cómo sería la vida siendo una manecilla de reloj, no teniendo ese poder de manejar el tiempo, sino sólo seguir su ritmo inalterado, inevitable. Pero, por qué preguntarlo si la vida sigue igual todos los días... respiramos, cometemos ingenuidades, algunos logros, y expiramos. Qué otra cosa. Claro, no dejaré de lado el paraíso inventado y a veces pisado en forma concreta del cual agradecemos un buen motivo de haber vivido no injustamente como ahora, queriendo ser una manecilla para no morir paralíticamente teniendo sanas las piernas. Tampoco he de dejar de lado esa cárcel del sufrimiento que nos hace pensar de la manera más penosa y absurda, existencialista, e incluso filosófica. Esa de la cual gozamos escuchar el metálico ruido de las cadenas, de los barrotes que nos privan de ser, teniendo la llave, o condenados así, por la propia ley de la vida. Preguntarme qué sería el ser sin serlo, sentirme un animal, sin olfato ni sentido, lleno de nada, dispuesta a agredir lo que no conozco. Preguntarme mejor por qué estoy escribiendo esto... si veo al tiempo tomar sus propias circunstancias, sometidos todos a la vida y su ritmo, sin tener que preguntarnos por qué... me he transformado en un objeto, nada más.

viernes, 26 de septiembre de 2008

La amarga mañana de ayer y siempre (sólo porque sí...)

Cada amarga mañana en que, sonando alegre la radio, el gato maullando al fin después de su eternidad en sueño y el sol anunciando lo esplendoroso de la vida (muertes, abrazos, traiciones...) he de escuchar el amargo reclamo de lo sufrible, lo inevitable. Sin embargo, he de seguir adelante sin derramar la esperanza por el suelo dejando que alguien la tome y no desee ser un objeto movible y sin vida. Cada mañana, cuando avanzo hacia algún destino me digo: "Por favor, ¡que sea el cielo!" y no, me topo con el limbo, conversando un rato, viendo su indescriptible cara, tratando de hallar rumbo. Ya, resignada a descubrir la triste verdad de aquel ser que no me inspira a nada, me dejo caer... un metro, dos, algunos pasos, pierdo el infierno no correspondido y llego a un asiento único dentro de un anaranjado lugar... entonces me pongo a pensar de nueva cuenta en lo que ha sido la vida durante el transcurso de la mañana. Para entonces ya es el mediodía... ¿he de ir a buscar más allá de aquella calle...?. No, mejor recuerdo las gloriosas tardes en que sentada en el pasto olvido el resto de todo. Llegada la noche me basta esperar otra amarga mañana...

jueves, 25 de septiembre de 2008

El ritmo del silencio cuando habla

Una voz, dos voces, miles... y sólo corresponden a unas cuantas. En medio del silencio (pues nada lograba entender) creía vivir sus historias: Hacía un viaje en paracaídas mientras el cielo se tornaba lila. No volaba, sólo liberaba mis sueños. Un callejón iluminado sin salida, al encuentro de fatales verdades sin tragedia. Atravesar de una puerta a otra y encontrar lo mismo, sólo que en distintas tonalidades: un circo en cual se burlan de uno en la cara sin padecer alguna indiferencia, ser sólo espectador. Una voz, dos voces, pocas. El contar los segundos para acabar... menos un minuto, silencio. Y entonces comencé a hablar... en medio de un laberinto de puertas.

Cuando se atropellan las ideas...

A paso lento, caminando por la acera, distinguiendo las distintas tonalidades de gris en el cielo, viendo no más que las tristes caras de todos en esa nostálgica nubosidad. No pensaba nada serio, sólo veía hacia el cielo, el pausado paso de los demás, y la sorpresiva rapidez con la que luego perdían las ideas, el piso de cemento , el aparente mundo en el que creían caminar. No hubo día, sólo visiones: veía sonrisa en los oscuros cristales y duda en el tenue sol. Acabo esa calle, llego a la esquina donde las ideas son respondidas. Una visión más. El semáforo en verde, el cruzar de las personas... algo extraordinariamente atroz sucedía: la gente se iba, se entregaba a los autos, indiferentes, aferrados a sus destinos... esperando llegar al final de la carretera. Un enfoque fuera del cielo, las sonrisas y la duda. ¿Sería el fin de mi trayecto? y me quedé ahí, parada en la esquina, pensando.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Simplemente no tenía nada...

Tengo un plato sucio desde la mañana,
y un sueño desde hace un momento en que nací.
Y sin embargo,
no tengo motivos para escribir.
Poseo el aire que respiro por mi nariz,
el que acaricia mi pelo,
y el aire de que me gusta escribir.
Aún sí, sigo sin esperanzas.
Se me han ido de las manos las ideas,
el porvenir....
Se me ha borrado la razón.
Sin importar nada,
(patéticamente prosigo) 
Tengo una gata que ha nacido de la noche,
y otra que nació de las nubes.
Y sin lograr nada, exhalo un suspiro.
Tengo un plato,
un sueño,
aire y gatas.
No tengo motivos,
ideas,
porvenir
o razón.
Pero al menos escribí algo...

Miedo a no sentir nada

Hace días que no siento mi cara. Ya no me da esa frecuente rasquera en la frente ni en la quijada. Es raro. A veces siento ganas de desgarrarme el rostro, pero me pregunto: ¿qué habrá entre la sangre? ¿la he de sentir? y me enojo con la idea que ni desfigurándome la cara sabré si la sienta aún. Quiero rascarme. Ultimamente tampoco siento mi cuerpo, ni los múltiples piquetes de mosquito que tanto me molestaban. (Raro... insisto). Ya no me molesta la tela fibrosa de aquella blusa que me gusta (y que ya no la uso), y me sigue enojando desesperadamente no saber por qué. Miro como culpable al espejo, (él ha de saber algo) nada... ¿es que se ha hecho frágil mi cuerpo? Ese día incluso temí en salir a la calle. No sentía nada, sólo miedo, y mi cuerpo seguía igual. Caminé unas cuantas cuadras... a cada paso (sin sentirlo) se iban por el aire fragmentos de mi cuerpo, y, antes de desaparecer mi cara sentí el fluir de mi sangre, algo significaba... mis ojos buscaron mi cuerpo y con espanto y sorpresa, desaparecí. Es el aire el que da testimonio de ello, cada vez que sopla al oído de alguien, cuando susurro la últimas preguntas: ¿puedes ver mi cara? ¿volar conmigo...?

sábado, 6 de septiembre de 2008

El pequeño teatro de la oscuridad

Al llegar, la gente esperaba paciente ante el silencio del fuego, el sonar de las maracas y el rugir de los árboles. Observábamos hacia ninguna parte, a las furiosas chispas, quizá, a la tierra. Escuchaba. Alguien tocaba por la ventana, rítmicamente, desesperada; no era alguien... no era una ventana, era un tambor con muchos demonios y esperanzas dentro, queriendo salir, ser, tocando en un mismo ritmo inalterado. Algo había en ese fuego que se hacía invisible ante mis ojos... transcurrieron los murmullos, las preguntas, y todos entramos ahí, besando el suelo, venerando la tierra, la oscuridad.
Las voces profetizaban el nuevo encuentro y un viejo espejo que ha de ser destrozado. Sonaba escandalosa la noche mientras permanecíamos ahí sentados sobre la tierra, y hubo de entrar el misterio en brazos de aquel profeta: una flamante roca en fuego que enmanaba calor y sorpresa, que luego iría a ser depositada en el vientre abierto de la tierra, dándole la bienvenida. Una tras otra llegaba, hasta ser un número determinado, echando sobre sí chorros de agua medicinal, que más bien sentía muy en lo profundo que ésas eran nuestras lágrimas robadas (sin saberlo, sospechando, sintiendo) lágrimas sin vapor que luego serían el único aire por respirar, como una especie de placentero masoquismo. Seguía sonando la noche, la conciencia hablando, mostrándose en el sudor, el despertar dormido... (y para mí todo seguía siendo ruido). Las lágrimas medicinales despedían culpa, intriga, inconsciencia; sueño.
Habríamos de dormir despiertos para poder escuchar nuestros demonios en aquellos tambores, soñar la vida transcurrida y el fatal fin que le seguía, dicho así en aquellos aullidos de dolor y de espanto (era la alegría de los demonios liberados) que hacían de nuestro interior un teatro sin salida, hasta haber despertado la faltada esperanza escondida.
Era la noche anterior a mi cumpleaños... silencio.

Recuerdos de tú, inocencia

Con fecha de... año tal... iniciando en un mes de febrero, pongámoslo así... (habrás de recordarlo por mí) días nublados y una lluvia a cascadas después de tres días de similitudes (ésa nube parece de lluvia, parece tu cara) y un paraguas defectuoso siendo día de fiesta con una rosa en la mano y un maletín en la otra (no faltó un abrazo antes, el primero) y una chamarra café, cuyo aroma llamaba a todos los olfatos. Una historia gobernada por el mal tramando ser todo un encanto (oh sí, quién la quería a ella) silencio. Absurda conversación sobre nada (has de recordarlas) para luego volverlo una consulta médica: sí, era un paro cardíaco, no lo sabía hasta entonces. Silencio. ¿He muerto? ¿Te has enterrado por mí y ahí me dejaste? . . . Listado: una servilleta de una galleta compartida con un chocolate caliente (la lluvia se había vuelto nuestro baño). Un vaso desechable tras una tarde por la carretera, fotos de unos cumpleaños (¡mi cara...!) seis abrazos, buenos deseos, un temor y un adiós. Habré de recordar más. Un intento... Silencio, inocencia.

jueves, 28 de agosto de 2008

La venganza de la nada

Hubo un día en que no hubo lágrimas en ninguna parte. El Sol no brillaba (es más, no se sabía si aún existía) y no era de noche, ni tarde, era un día sin significado, forzado a tener su nombre ilustrado como: "un fondo que impide dejar caer el más allá sobre nosotros". No era nada. La frustración en los hospitales, funerales, partos, despedidas, sentencias y demás adversidades por no poder llorar ni recordar siquiera cómo era el sistema. -¿Era simple frustración? A ver... explícame el significado. -Y dime, ¿qué es lo simple para ti? ¿qué haces en mi historia?
-Necesitas de un personaje, una víctima, un culpable, un asesino-. Ese día (ignorando aquella voz) nadie se daba cuenta de nada, y, en falta de palabras, no había quién respondiera a las preguntas vacías, ni quién reclamara. No podían llorar por nada. -Eso, NADA. La gente muere, se va a los hospitales, "y no hay nada qué hacer", improvisa un disfraz ante el sufrimiento, y se justifican con "nada". Sólo es poder llorar y esperar a que nazca de nuevo la luz del Sol para así evitar caer "en ese vacío de la nada". Yo, en esta historia, seré el personaje que se busca, la víctima, el que borró las lágrimas y quien mató al Sol. Seré todos. Yo, soy la nada.
Ese día la nada habló en mi historia. Ante el temor y la falta de idea a cómo seguir, me puse a rayar las palabras escritas, y, justo antes de que borrara la nada y dejar todo en limpio, ésta sacó su furia. Estoy fuera del mundo que está en reconstrucción por la invasión de tinta, estoy en uno que no creería que fuera el mío, sentada en una banca, sin Sol. Ese día no hubo lágrimas, y en vez de caer el más allá sobre nosotros, cayó tinta...y me encontré nuevamente en ese mundo reconstruido por la nada. Me siento tan sola...

jueves, 21 de agosto de 2008

Cuando alzo y bajo la mirada...

Alcé la vista y vi todo sombrío, entre neblinas. Pese al día y el pasar de los camiones (que no recordaba haber escuchado su retumbante ruido) sentí miedo. ¿Miedo...? Confusión... apenas había visto los ojitos rojos de una torpe paloma, volteé una vez más y ya había una parvada de palomas del otro lado (¿extranjeras, rubias, ojos azules?). Ahora me doy cuenta de cómo transcurre el día... todo confuso y luego abrumadormente incoherente. (Pero, es cierto, ¡eso pasó!). Es el voltear las veces necesarias como para darte cuenta hasta de los microbios que habitan en el suelo, a nuestros pies... ¡pies! (no serán microbios...) pero esas insolentes hormigas planean apoderarse del mundo golpeando (o mordiendo o haciendo cosquillas) a nuestros pies... es otro girar de cabeza y encuentras a una hormiguita poeta susurrándote en silencio al oído. (Sí, ¡no me gustan!) (bueno, sí, quizá...). Volteo una vez más y ahora hay no una parvada de rubias palomas... (oh, palomas nomás...) sino una de tipas escalofriantes que al momento en que necesitan decir algo es necesario que el mundo las escuche (aunque no recuerdes si dejaste prendida la plancha o no). Volteo de nuevo... ¿¡Y qué hay!? (¿más carros...?) ¡No! Oh, esperen, ya no lo recuerdo en este momento... bajo la vista un momento... (oh, ¡microbios! ¡hormigas! ¡vete poeta!) mejor alzo la vista... Alcé la vista y vi todo sombrío, entre neblinas...

domingo, 17 de agosto de 2008

Tramando ser estatua (en un puesto de periódicos)

Pasa el tiempo como si fuera una burla... el aire azota con fuerza atacando mi cara. Permanezco ahí, sentada (soy una estatua). El público, al pasar, nota mi triste cara confundida. ¡Yo estaba ahí, se los juro! Sólo que ahora escribo con granos de arena y polvo tratando de mutar las nubes (o al menos decorarlas...) escucho desde lejos y muy cerca (mi estatua me respalda en aquel lugar mientras escapo en mi mente con la misma cara patética y graciosa) sí, escucho historias de plomería sobre viejos y nuevos lugares dónde localizar mejores tornillos para sus mentes... ingeniosas y masivamente destructivas buscando renovaciones plenas o estrafalarios disfraces a base de tubos de colores mal combinados... he perdido la palabra, la nube se evapora y estoy a punto de caer en el profundo vacío existencial que me invade sin dejar espacio a la respiración provocándome esa cara de estatua. Me sostengo de un hilo de nube (resiste... resiste...) el minúsculo punto de luz que alumbraba la oscuridad como toda esperanza me observa detenidamente (resiste... no...) caigo, y el minúsculo punto también, persiguiendo mi cabeza. Abro los ojos. Ya no era un minúsculo punto... era un resplandor insoportable y no esperado aún todavía (¡la estatua cobra vida!). "Expliqueme el anuncio" (¡el fin del mundo está cerca!, estuve con dos hombres a la vez... ¡usted lo vale! cuídese con los diferentes jugos de...). Eh... ¿cuál? El de "No molestar". Ah... pues, usted verá...

sábado, 9 de agosto de 2008

A la espera de algo...

Al paso de los días, de los meses en proceso mutante, quizá en años, permanezco aquí... condenada a los segundos malditos y enfurecidas horas de nostálgica espera irremediable. Por hoy sabré que te he perdido, y por siempre sabrás que soy tuya. Hice míos tus deseos, tuyas mis añoranzas. Pacté con el demonio del tiempo y la diosa de la esperanza que si te volvía a tener en mis brazos una vez más, suspirarte al oído, muda, darte a beber mis lágrimas y ver tus ojos vacíos de duda y de encanto, daría mi vida en ese instante sin confesar que he vivido esperándote en vano, preguntándome si algún día hubo un lo nuestro. Indagando entre pequeños momentos y días de agradecida alegría, en tus recuerdos y los míos y en las lágrimas que quedaron en cautiverio guardados en la tela de nuestras almohadas privadas de toda luz mientras portábamos un disfraz sin excusas y una máscara de aparente alegría. En las noches, cuando el calor se impregna en mi ropa y las estrellas escapan, la luna con su solitaria sonrisa me acompaña a crear en el aire los diversos mundos de ensueño que pudieron ser nuestros aún sin saberlo. Me pregunto, a través de esa contaminación de ilusiones si tú también leerías aquellos cuentos de terror y fantasía buscando por qué hay en la vida finales felices y otros desgarradores. Han pasado los días, y aquí me encuentro escribiendo estas líneas que quizá no tengan importancia alguna que seguir esperando al invierno y nueva poesía sin culpa ni verdades.

jueves, 17 de julio de 2008

Una vida de perro

Un perro blanco, grande y con sarna. De patética y triste apariencia, pero con divertidas historias por contar. Lobo vendría siendo su seudónimo para quienes lo ven y temen, tonto para quienes lo conocen, bonito para los humildes. Un borreguito de nieve (no era perro, ni quien lo creyera) cuando era pequeño... se hizo perro por las malas costumbres. Solía saltar de gusto ante cualquier ocasión y dormir en el mosaico de la casa no dejando un mal olor, sino una dulce presencia. Hoy en día, tras mucho tiempo de dormir en su casa (que mas bien parece de humanos para la hora del té) porque la presencia era más maldición que ternura, y la lana ya no esponjosa sino irritable por el mal olor, se hizo uno más de los perros que todo el mundo les cree que son perros. Algo divertido de éste en particular, es que no vive solo, sino también con su esposa. Una pastor alemán que causa gracia por su gordura y su modo al andar por la calle. Temida por los hombres y acobardada ante los regaños. Se casaron tras ésta haber llegado a la casa, y por supuesto que las juezas de boda fueron las ahora jóvenes que de niñas creían en el romanticismo fantástico y que ahora no es mas que una mofa ridícula. Aún así el matrimonio sigue siendo válido, y la vida de este perro sigue. Todos los días por las mañanas suele ir por una galleta y recostarse en alguna de las puertas, cosa que no se le entiende pese a los trancazos que se le dan al abrir. También se hace pasar por un mal entendido, ya que al pasear por las noches y andar buscando entre la basura, pretende negarlo teniendo la nariz llena de residuos de comida y no acepta reclamo alguno. Aún así, el tiempo lo ha hecho nuestro, sin importar cuánto nos desagrade la mayoría de las veces. Sentimos cerca su partida... y lejanas sus huídas a otros mundos... Una vida de perro.

miércoles, 2 de julio de 2008

Curiosidades mundanas...

Es curioso el cómo con un sencillo
saludo de mano es voluntario
el fin de nuestra vida.

Curioso el saber que hay
un corazón en nuestro pecho
y no lo sintamos palpitar.

Dejarnos ahogar por un vaso
de agua mientras llora...
pues los hielos del claro veneno
que alivia nuestra sed suicida,
se derriten ante el impedimento.

Curioso caminar sin lograr
encontrar sendero...
pies sin existencia notoria.

Curioso el escribir esto
sin haberlo pensado antes...
curioso creer que la máquina
no existe ni yo tampoco.

martes, 17 de junio de 2008

Camino por la calle...

Mientras caminaba por la calle, observaba cómo los niños gritaban a los carros que pasaban, desesperados. Algo les aturdía. Mientras caminaba por la calle, vi cómo una anciana salvaba a su gato de entre las ramas de un árbol. Los perros permanecían sentados con calma a la orilla de la acera, y los bomberos tomaban té al mediodía. ¨Puede ser algo natural¨. Mientras caminaba por la calle, nadie observaba hacia ninguna parte, televisores apagados y la conciencia en plena purificación. Satanás jugaba a las cartas en el atrio de la iglesia y los querubines observaban el noticiero de las seis... (así lo sabían todo... o al menos una parte). ¨Puede ser algo natural¨. Los farmaceúticos olvidaban la salud de la gente y transformaban el local en una dulcería. Los diabéticos se perdían entre el chocolate y los vegetarianos aprendían el arte del canibalismo. ¨Puede ser algo natural¨. El cielo estaba invadido por platillos voladores, mientras que las nubes se escondían en nuestras casas. El ritmo de Celia sonaba recordando que la vida era un carnaval, y la feria se hallaba en total esplendor. ¨Puede ser algo natural¨. Múltiples cosas pasaban y yo seguía caminando por la calle. El fin del mundo no estaba cerca de todos modos... de alguna manera portaba el conocimiento de que el mismísimo fin habitaba dentro de nosotros. ¿Era acaso una profeta? ¨Podría ser algo natural...¨.

jueves, 12 de junio de 2008

Entre el gris profundo...

Acudí en hacer existente el frenético ruido de la computadora al encenderse, entre esa oscuridad que dormía en la madrugada. En un momento de pesadilla con un sobresalto inesperado, me despertó. Tenía que encenderla. El silencio había irrumpido en su fantasía por acercarse a la luz. Bajé la pequeña escalinata, subí otra. Acabé al fin ese pequeño laberinto de escalones y confusiones escondidas... La oscuridad me esperaba, intranquila, abajo. Tenía miedo. Aún sin haberse quejado pese a la mudez de su naturaleza, prendí la luz. La oscuridad, tras reconfortante consuelo se disolvió entre esos watts, uniéndose a su amante imposible. Aferrándose, hasta ya no existir. Al percatarme de que el ruido aún no cesaba, pues no se hallaban en perfecta postura las herramientas de tortura disfrazada, me fui a la cocina. A través de la pequeña ventana se veía un gris profundo. Entre lo gris profundo se hallaban unos pájaros. Palomas, quizá. Dudé en saber qué eran, pues el tamaño de su cuerpo era más grande de lo normal. Estaban sobre los cables que colgaban de los postes de la calle, que sobresalían por encima del minúsculo techo, el cual habría sido el techo de mi casa años atrás. Pero antes de remontarme al pasado, observé a tres gatos que permanecían sentados a una distancia considerable, en forma de círculo, como si sostuvieran una conversación. No era así. Miraban absortos hacia algo. Los otros dos que días antes iban a mortificarles con araños y terribles maullidos no estaban ahí. Al menos no los veía. Temí que quizá sentían su presencia, más querían encontrarla sin ojos prestos a querer mirarles. Algo sí sabía: Letal, el gato fóbico a salir de la casa, permanecía durmiendo solo y tranquilamente frente al calentón. Volteé la mirada. Bisbirije, Obeso y Marta ya no estaban ahí. Esos tres gatos que me hacían dar vueltas con sus ojos... Ahora sí temí en serio al notar que tampoco los pájaros de rara naturaleza estaban en sus lugares. Entonces pensé: "¿Se los habrán llevado volando...?" Y me dio risa el pensar que habría en el cielo una parvada de pájaros de desconocida naturaleza cargando entre sus garras a tres gatos existencialistas. Jajaja. Pronto olvidé aquello y me sumergí en el gris profundo del cielo. Las nubes sin forma ni existencia me hacían respirar un aroma a olvidada nostalgia. Mi cuerpo, sujeto en la nada e inmóvil, caía entre el gris profundo del cielo. Caía... observé mi ayer arrepentido y mi mañana con esperanza; mi futuro inadvertido y mi pasado en una marca. El ruido había cesado. Me alejé de la ventana y me encaminé hacia la computadora. Era un arma perfecta, acabada de procesar. Tomé asiento. Vi la pantalla. De ser azul, puse un plano en blanco. En ello escribí:
"Entre el gris profundo del cielo..."
Una mañana lo vi. De pronto volví a recordar... Me pregunté en dónde estarían los gatos...

jueves, 5 de junio de 2008

Vivo

Vivo a la sombra de mis sueños
mientras desconozco el resplandor
del mundo cuando amanece
cada mañana...

Vivo preguntando al aire cuándo
volverá su significado inmortal,
que, como un suspiro,
se ha evaporado de mi ecosistema
como una trampa inmoral.

Vivo, realmente vivo...
El mundo no se ha dado cuenta de ello
y es por eso me privan de tanta
respuesta y nostalgia...

Vivo, sin saber cómo. Con una
falsa sonrisa en mi cara,
que se ha impregando en mí
como un deseo a la esperanza.

Vivo, éste es mi último día.
En falta de ideas me dispongo
a manipular la existencia
de un espacio en blanco...
quizá no quería palabras.

Vivo, me disculpo.
No comprendo por qué.
Voluntario suicidio
¿qué más hay por hacer?

Vivo.

jueves, 8 de mayo de 2008

Mientras observo por la ventana...

Pasan muchas cosas por mi cabeza
y sólo estoy pensando en eso.
Mientras lo pienso me pregunto:
¿Cuántas cosas podrían pasar por
mi cabeza?
Pienso muchas cosas en mi cabeza
y yo lo desconozco.
Eso es todo.
El silencio, como fiel amante me abraza,
y yo, como víctima entregada
al sufrimiento, no me resisto.
El silencio como callada pasión olvidada
canta poemas de amor con desaliento.
Pasan muchas cosas por mi cabeza
y sólo estoy pensando en eso.
Me pregunto:
¿En qué más podría pensar?
Mi oscura mente comparte un
baile de nostalgia con pasadas horas
perdidas.
La melodía no emite sentimiento alguno,
sólo suena como un telar automático;
no posee sentido de ser a menos de no
seguir el extremo de un hilo.
Pasan muchas cosas por mi cabeza
y yo lo desconozco.
¿Cuántas cosas pasan por mi cabeza?
El amor esconde su mirada
y el silencio se apodera de mi voz.
Pasan muchas cosas por mi cabeza
y yo lo desconozco.
¿Cómo es que ha pasado todo esto?
Pasan muchas cosas por mi cabeza
y sólo estoy pensando en eso:
¿realmente existo?.

sábado, 12 de abril de 2008

¿No que no? ¿O sí?

He llegado a temer el quedar siendo sólo una demente.
A veces no tanto.
Estaría en mi fabuloso mundo
imaginario y liberal...
del que en una vida ordinaria
se burlarían.
Siendo que,
ya estando en un manicomio
dirían: "Oh, pobre"
y se alejarían.
Pero, ya al atravesar por la
puerta de salida y recordar
lo que es vivir la realidad,
sentirían envidia, quizá.

Dedicatoria a una parte de mi vida...

Pese a mi ignorancia ante los libros, no impide mi absoluta ingenuidad el enamorarme de ellos, sentir su plana textura rectangular abrigada cual invierno de hojas.
Me seduce su fantástico mundo misterioso que oculta, siendo apto para todos el saberlo encontrar, puesto que temible disfraz, siendo su naturaleza, muestra a incapaces y pesimistas,
como trampa a sus precarias fantasías.
Me entibia el alma esta imagen: ver como heridas impregnadas a lo largo del papel las palabras, siendo tal prueba que son razón de su existencia.
Inmortalidad para todos los tiempos, luz para oscuras razones, libros, ¿qué otra forma de ser?

La brevedad de las cosas...

Bienvenida. ¿Qué es eso?
¿Una breve introducción
a lo nuevo engalanado
de armonía?
Intermedio.
Apenas visible como un
(paréntesis)
amargura infiltrada
en la sonrisa
cuya figura se delinea
por una lágrima derramada.
Laberinto pasional
de confusión, temor
y gallardía
a lo pretendido olvidar.
Mientras, como silencioso
amante enamorado,
arriva el descenlace...
teniendo por seudónimo
la vida.