sábado, 25 de diciembre de 2010

Vacilación

Creo que algo debería preocuparme.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

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Esto de ponerse a pensar resulta molesto. Más cuando es por ocio y no tanto por necesidad. La época tampoco ayuda demasiado. El carajo lugar se encuentra como abatido por una bomba que nunca va explotar y de la cual vivo sentenciada estos últimos días. Me pone de un humor tan sabroso, que a veces creo ser bibliotecaria obsesionada-compulsiva en cuanto a una actitud y orden requeridos para vivir en cierto margen de tolerancia, del cual un paso que avance de más, dependa el universo. Si tan sólo la maldita dinamita se dignara en actuar... Pronto termino.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Zozobra

Aquí estoy de nuevo, titubeante. Veo cómo las personas llevan en las suelas cúmulos de nostalgia. Observo mis zapatos y los encuentro secos, tanteo mis ojos y están como desiertos. A veces quisiera ser lluvia y no pensamientos que se disuelven. No extrañar las ausencias ni presencias constantes, ser número par y no tan discorde. Dejar de decir no y entregarme a los azares. Abandonar la práctica diaria de segregar el alma para compensar la pérdida de alegría encontrada en algún rincón incierto. Si dentro de tal actividad encuentro en mayoría nostalgia, la echo. Tal vez por eso que titubeo al pensar que es por mi culpa que la gente cargue con desdichas, las mías, que vagan pisoteadas por sus caminos cansados. Quizá en determinado momento me quede sin alma y de nada más que hablar ni de ser inconforme. Ahí me ven aprovechando la lluvia de hoy para formar lodo y en él enterrarme.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Sueño perturbador

Soñé contigo otra vez. Tú, que te creía tan fuera de mis sentidos.
Volvías como nunca hiciste. Yo lo buscaba sin encontrarlo...
Tú lo escondiste, desde que lo conociste noté algo de desagrado.
Hiciste algo para que sintiera mucho miedo y del miedo olvidara.
Te disfrazaste de ti, y de la actitud de él. En un abrazo llegaste.
Me llamabas como él lo hace, con la misma sonrisa y mirada.
Confundida me llevabas a ninguna parte. Eras felicidad, todo.
Atravesábamos calles nunca vistas, iluminadas de nosotros.
Nos veían como los mismos de ayer, desiguales del siempre.
Veía el tiempo y no transcurría, en besos se detuvo el instante.
Eras tan real que tocaba las paredes y derredores, tu rostro.
Algo me inquietaba, te reconocía poco a poco sin recordarte.
Antes de tiempo me propusiste ir al mar, en un carro pequeño.
Al llegar pasamos por un sendero justo a la mitad del océano.
Tardamos en notar que no llegaba a la orilla, sin temor.
Dejabas el volante y en un abrazo nos consumieron las olas.
¿Por qué?

Café acuarela

Quiero una sobredosis de café. He descubierto que tomándolo aprisa sabe mejor, se siente adherido a la garganta, suave y amargo. No sé si lo triste sea que no me provoque una aceleración masiva como suelen decir algunos que les pasa. Quiero que en este lugar las cosas giren, que yo tenga la capacidad de dar vueltas sin siquiera notarlo, pensar que el mundo es el que gira para mí y no sentir esa náusea natural al percibir tal adrenalina que engaña y se vuelve en contra. Porque cuando las cosas giran, a veces es para causar daño, el mundo hiere al pasar de dicha manera. Y es que ya me aturde la quietud tan cerrada de este lugar, el cruzar una y otra vez de una posición a otra sin más cambio que el que sucede afuera. Es como si estuviera atada de una cuerda a la medida exacta de los pasos, con los ojos sujetos de arriba hacia abajo para apreciarlo mejor. Pero el café me reconforta, es una gracia que permanece oscura y se extingue para volverse luz dentro. Y a esto, ya quisiera romper tazas con café para navegar en este lugar y encontrar vasos perdidos hacía tiempo, alfileres y tal vez una que otra moneda... Ir tomando café en la travesía; la cuerda es suficientemente larga. Claro, haciendo referencia a un cuento del que casualmente me acordé. Lo que me preocupa es que yo misma termine con el encanto y reviente. No sé, la única ventaja que me llevo de esta mañana es todo esto que en parte imaginé y siento. Ya casi se termina la taza, he de volver a la realidad.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Esperar

Últimamente el concepto de la soledad ha caído sobre mi espalda duramente. Y es injusto que le deje reposar así porque sí. Llegó como siempre, con su saco café oscuro y bufanda. Al principio era creíble gozar de una soledad casual, a expensas de la gente y olvidando haber estado así hacía tiempo antes. Pero la dejé ser y estar por algunos días, hablarme de su pasado y hacerme recordar el mío, hablarle cómo ha sido desde entonces. Siempre es incómodo querer ofertarle una breve estadía en aquel lugar donde me gusta estar, porque por lo regular me siento bien ahí y se me permite llorar aunque sea poquito. No obstante, me da miedo que me abandone, y no sé porqué. Tal vez porque si me abandonara mi propia soledad, tomaría la decisión equivocada que antes recurría a mí constantemente, cada vez que la soledad se la pensaba. Un mal pensamiento no es buena compañía, y no es que es que sea drogarme o tomar alcohol a morir. Es solo que... hace tiempo que no sucedía cosa tal. Puedo creer en superar el momento, pues sé que vendrán más debido a una razón enorme que no puedo culpar. Porque me gusta esa razón, estoy enamorada de esa razón tan casi doliente. De lo demás siempre habré de preocuparme, o mejor dicho, debo estar adaptándome a ello. Espero a que llegue la razón, antes de que me abandone.