viernes, 24 de julio de 2009

Algo inacabado

"Esas no son pelotas, son bombas..." decía la madre a su hijo mientras le salía tierra por la cabeza mientras que el transporte en movimiento sólo dejaba ver rayuelas de colores a lo largo de la acera. El hombre que al paso de cada fémina murmuraba obscenidades se decidió a ya no andar en pantalones, más tarde los vi tirados, ya no le importó el machismo aún en la miseria, dejó el trono de la avenida astrónomos para buscar mejor suerte en las afueras del salón de fiestas. El conjunto se va armando a pedazos, el colibrí se ha posado sobre la rosa de espinas, la mujer activó la alarma de un escobazo y el hombre lava el traspatio mientras canta algún tango. Todo ello hizo que llegara la policía e iniciara la investigación sobre la alarma; el colibrí yace tendido cual amante rechazado, la mujer, espantada ha volado en su escoba (todos ahí sabían muy en lo profundo su secreto) y el hombre al verse muy feliz fue acusado. Éste es el ritmo que no lleva son ni ningún destino a algo, sólo son pequeños detalles que suelen ser ignorados, como el viaje del tren imaginario a lo largo del área de trabajo en ausencia de los inimaginarios e alterados jefes. Es tan sólo una anécdota más de otras tantas que se me han olvidado, ya más tarde las habré de recordar y escribir de nuevo algo parecido...

sábado, 18 de julio de 2009

Despertar del sueño acuático

El aire está salado... Es por esto que tengo tan mala suerte. Sabía que vivir a la orilla del mar no me traería cosas buenas, ahora mi casa está inundada de peces que navegan en los vasos recién lavados y ollas al enfriarse la sopa (no niego que se ven lujosos los tapetes de algas y estrellas, o bueno, aquello que se ha convertido dentro de esa mínima extensión de agua que se ha colado por las ventanas) la forma de mi hogar es como la de un huevo, y a veces despierto creyendo que nací en un nido, pues la antena del techo simula ser como el ala de una ave. Pronto caigo en el subsuelo de la realidad, la primera superficie se encuentra en el cielo, allá, con las aves de verdad. No manifiesto molestia alguna, me he acostumbrado al sabor de la sal, evito en múltiples fracasos alejar gatos negros, no es que miles anden rondando por ahí, es que cada que los veo es imposible no embelesarme con ellos. Tampoco diría que soy supersticioso... El montón de dijes y amuletos contra las malas vibras como que no funcionan, ya los intenté. El aire está salado, mi casa es como un acuario de segunda calidad con ingeniosas ideas de diseño... Observo hacia un lado y otro de la realidad: despejado, sin alas, han emigrado a otra parte inclusive los ángeles, quizá... La antena yace en el suelo, no me di cuenta de cuándo ocurrió la tempestad, o el nacimiento del ave cuyo sueño habitaba en una playa dentro su cascarón, en lo alto de una palmera donde ha caído una tormenta, dejándole en soledad y a mí sin un sueño.