martes, 14 de febrero de 2012

De ayer y la taza verde

Esta mañana me acompaña mi taza verde, señal única de que te puedo sentir cerca de mí. ¿Y cómo no habría de ser así, si me remonta al ayer en que te conocí? El café que tomo en ella se diluye no tomado a sorbos, sino en absurdos suspiros que me alertan: ¡eh, no escupas que estás en el trabajo!, y regreso al triste aquí. Pero la volteo a ver nuevamente y contemplo en ella las mañanas aún nubladas, las disimuladas sonrisas al llegar cada quien, las sorpresas, el asalto cometido (por mí) de esta taza que te pertenecía, la amistad forjada hacia este paraje apasionado en el que estamos inmersos desde ese ayer que, no sé si por la fecha, tal vez, pareciera rehacerse de forma nítida, trazando tu rostro en el humo que del café fluye. Gracias por permitir robar lo que aparentemente, y muy a final de cuentas, sería una especie de portarretrato fantástico (como tú).