viernes, 1 de mayo de 2009

Epidemia de las mentiras

Aquel día en que se hizo oficial la epidemia de las mentiras, salieron plumas por todas partes. No eran plumas de ángel, ni de querubín: eran sólo plumas que no pertenecían a nadie, una muestra de la inexistencia volando por el aire. La epidemia de las mentiras aseguraba una verdad enfermiza, que todos se cubrieran la boca y dejaran de mentir por otros, que acataran las órdenes de los altos mandos, aquellos, los superiores. Según siendo ésta una epidemia de las mentiras, resulta una verdad inconcebible que ha de ser oculta a toda costa, entre plumas sin identidades.

Aquella epidemia llegó un día que hacía sol, que habían plumas, una verdad inconcebible y el nombre de nadie, ni nada.

La verdad se esclarecía entre la brumosidad de las plumas sin personas ni nombre, anonimato de una enfermedad de mentiras que desde siempre había existido, y existirá de vez en cuando, algún día de sol, o tras la guía de plumas sin identidades, trayendo consigo una verdad oculta entre el pajar de las mentiras sin sombra, ni cura...

1 comentario:

J. Jesus Garcia Mora dijo...

Me gustra esto que has escrito, la analogía que haces con las plumas y todo eso es muy bueno...


Un saludo.
Atte. Jesús García.