jueves, 21 de agosto de 2008

Cuando alzo y bajo la mirada...

Alcé la vista y vi todo sombrío, entre neblinas. Pese al día y el pasar de los camiones (que no recordaba haber escuchado su retumbante ruido) sentí miedo. ¿Miedo...? Confusión... apenas había visto los ojitos rojos de una torpe paloma, volteé una vez más y ya había una parvada de palomas del otro lado (¿extranjeras, rubias, ojos azules?). Ahora me doy cuenta de cómo transcurre el día... todo confuso y luego abrumadormente incoherente. (Pero, es cierto, ¡eso pasó!). Es el voltear las veces necesarias como para darte cuenta hasta de los microbios que habitan en el suelo, a nuestros pies... ¡pies! (no serán microbios...) pero esas insolentes hormigas planean apoderarse del mundo golpeando (o mordiendo o haciendo cosquillas) a nuestros pies... es otro girar de cabeza y encuentras a una hormiguita poeta susurrándote en silencio al oído. (Sí, ¡no me gustan!) (bueno, sí, quizá...). Volteo una vez más y ahora hay no una parvada de rubias palomas... (oh, palomas nomás...) sino una de tipas escalofriantes que al momento en que necesitan decir algo es necesario que el mundo las escuche (aunque no recuerdes si dejaste prendida la plancha o no). Volteo de nuevo... ¿¡Y qué hay!? (¿más carros...?) ¡No! Oh, esperen, ya no lo recuerdo en este momento... bajo la vista un momento... (oh, ¡microbios! ¡hormigas! ¡vete poeta!) mejor alzo la vista... Alcé la vista y vi todo sombrío, entre neblinas...

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