domingo, 17 de agosto de 2008

Tramando ser estatua (en un puesto de periódicos)

Pasa el tiempo como si fuera una burla... el aire azota con fuerza atacando mi cara. Permanezco ahí, sentada (soy una estatua). El público, al pasar, nota mi triste cara confundida. ¡Yo estaba ahí, se los juro! Sólo que ahora escribo con granos de arena y polvo tratando de mutar las nubes (o al menos decorarlas...) escucho desde lejos y muy cerca (mi estatua me respalda en aquel lugar mientras escapo en mi mente con la misma cara patética y graciosa) sí, escucho historias de plomería sobre viejos y nuevos lugares dónde localizar mejores tornillos para sus mentes... ingeniosas y masivamente destructivas buscando renovaciones plenas o estrafalarios disfraces a base de tubos de colores mal combinados... he perdido la palabra, la nube se evapora y estoy a punto de caer en el profundo vacío existencial que me invade sin dejar espacio a la respiración provocándome esa cara de estatua. Me sostengo de un hilo de nube (resiste... resiste...) el minúsculo punto de luz que alumbraba la oscuridad como toda esperanza me observa detenidamente (resiste... no...) caigo, y el minúsculo punto también, persiguiendo mi cabeza. Abro los ojos. Ya no era un minúsculo punto... era un resplandor insoportable y no esperado aún todavía (¡la estatua cobra vida!). "Expliqueme el anuncio" (¡el fin del mundo está cerca!, estuve con dos hombres a la vez... ¡usted lo vale! cuídese con los diferentes jugos de...). Eh... ¿cuál? El de "No molestar". Ah... pues, usted verá...

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