domingo, 5 de diciembre de 2010

Esperar

Últimamente el concepto de la soledad ha caído sobre mi espalda duramente. Y es injusto que le deje reposar así porque sí. Llegó como siempre, con su saco café oscuro y bufanda. Al principio era creíble gozar de una soledad casual, a expensas de la gente y olvidando haber estado así hacía tiempo antes. Pero la dejé ser y estar por algunos días, hablarme de su pasado y hacerme recordar el mío, hablarle cómo ha sido desde entonces. Siempre es incómodo querer ofertarle una breve estadía en aquel lugar donde me gusta estar, porque por lo regular me siento bien ahí y se me permite llorar aunque sea poquito. No obstante, me da miedo que me abandone, y no sé porqué. Tal vez porque si me abandonara mi propia soledad, tomaría la decisión equivocada que antes recurría a mí constantemente, cada vez que la soledad se la pensaba. Un mal pensamiento no es buena compañía, y no es que es que sea drogarme o tomar alcohol a morir. Es solo que... hace tiempo que no sucedía cosa tal. Puedo creer en superar el momento, pues sé que vendrán más debido a una razón enorme que no puedo culpar. Porque me gusta esa razón, estoy enamorada de esa razón tan casi doliente. De lo demás siempre habré de preocuparme, o mejor dicho, debo estar adaptándome a ello. Espero a que llegue la razón, antes de que me abandone.

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