jueves, 29 de septiembre de 2011

Espiral de hormigas en el tiempo

Hace meses que en todo hay hormigas: el primer día que aparecieron fue algo inconsciente y tal vez disimulado, apenas perceptible por su minoría. Eran largas, café rojizas y con alas... su tamaño requería sobrevivir de mis libros, donde descubrí oculta a toda la colonia. Cuando se los arrebaté e hice merecida venganza, fue entonces que decidieron empezar a comerse mi razón poco a poco. Recuerdo que apenas ese día limpié el estante con todo el enojo de perder la clase, y que antes de irme le dije a mi madre "han vuelto las hormigas" cosa que ella ya entendía por un episodio pasado que creía similar a este. Al regresar, ansiosa pregunté si acaso ya se habían ido y ella se quedó extrañada por un momento, hasta que recordó no haber visto nada. Me sonreí y esa fue la única noche que dormí tranquila. Al día siguiente todo parecía normal, hasta que veo a una entre las cobijas (sinceramente, no me gustan las hormigas) y no supe qué hacerle. Más tarde vi que se sumaba otra, y otra. El miedo se apoderó de mí, pero no lo suficiente... lo bueno que llegó el coraje a tiempo para agarrar una prenda (necesariamente grande para no sentirlas) y matarlas.
La verdad aun no recuerdo si acaso he soñado con esos monstruos que se aparecen de diversas formas y rincones (ya no sé si prefiero a las mariposas como enemigas mayores) o el número de mordidas que tengo/tuve por su culpa. Se multiplican por decenas, en el transcurso de los días siempre veía de dos en tres entre las cobijas (a las cuales no iba a echarles insecticida o atreverme a dormir en la cama) y lo que más me alteraba era que después de "eliminarlas" y acusarlas con mi madre, ella nunca las encontraba. Esto sucedió por alrededor de dos meses, lo único que queda son sus cadáveres que nunca me animé a limpiar del estante y que me acompañan en noches como esta. A veces llego a ver un ala donde no correspondería estar. Pero eso no fue todo. Llegaron después las hormigas negras comunes y sus hileras interminables... se quedaron una temporada en mi casa para luego mudarse a la escuela (tampoco recuerdo si mi madre las hubo de tener en su bolsa un día, creo haber soñado que dijo tener la bolsa llena de ellas). ¿Qué sería si tuviera que ir con un psiquiatra hormiga para que me de terapia? no quiero saber.
Por muchos otros días estas criaturas estuvieron rondando entre mis manos (las muy descaradas) o por todo el cuerpo durante las horas de clase. Teniéndolas así de cerca no sentía esa arrebatada paranoia a cuando las observo de lejos, sobre todo cuando voy caminando por el pasillo de mosaico claro. Simplemente fue una revelación saber que estaba loca al verlo atestado de minúsculos puntos negros, más aun cuando había otra gente que pasaba desapercibida. Cada vez que recorría ese pasillo sentía diversas emociones: Sí, al fin las aplasto... o No, pobres... o ¿Cómo persisten tantos pies, teniendo los suyos tan frágiles? ya sin agregar la terrible ansiedad que me provocaban, ni la filosofía que ejercieron sobre mí al hacerme sentir como una más de su especie. Tantos días en esta encrucijada de bestiales hormigas... tantos. Pero sucedió que otras cosas se ocuparon de rellenar con exigentes labores aquellas cavidades de mi cabeza antes de llegar al límite de su profundidad, y puedo decir con no franca certeza de tranquilidad no recordar haber visto el suelo esta tarde; ya avanzada la noche caí en la cuenta de que pasaba por ese pasillo con la cara viendo al frente, corriendo sin razón alguna. Entonces decidí no voltear sino hasta que regresara. Y al bajar la mirada antes de tiempo, ya no estaban ahí.