domingo, 4 de septiembre de 2011

De venas vacías y palabras que se roban la sangre

Yo no sé cuánto daño te he podido causar. No lo sé. Entregué mis pensamientos al sueño en medio de suma nostalgia y mediocridad. Balbuceo un mar de explicaciones mientras navego hincada lamiendo el piso que se atesta de penas. He de impedir que sigas caminando entre ellas, besar la boca infestada. ...Yo no sé si alguien más te ha regalado sus palabras, dichas al oído o en silencio, ni me importa. Pero puedo creer que alguna vez las mías fueron capaces de llegar más lejos que yo, y eso no puedo perdonarme. Regreso a ti con tu nombre marcado en los labios, para entregarte este racimo de palabras. Es el libro que siempre habré de leerte, pues en fe de que mi ser se transforme a tu imagen, un libro abierto y lleno de estrellas que cayeran de tu boca para alumbrarme el camino y sellar esta aflicción, lo único que habré de saber es si mis palabras puedan allanar tu cuerpo y tus noches, o si en algún raro momento de lucidez, aparecieran en tus sueños como emisarios en cumplimiento de su deber, para decirte que te quiero y darte todo mi amor en esa breve pronunciación. Sinceramente, tú lo has hecho. Es por ello que hasta hoy conozco este extraño despertar frenesí.

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