sábado, 20 de septiembre de 2008

Miedo a no sentir nada

Hace días que no siento mi cara. Ya no me da esa frecuente rasquera en la frente ni en la quijada. Es raro. A veces siento ganas de desgarrarme el rostro, pero me pregunto: ¿qué habrá entre la sangre? ¿la he de sentir? y me enojo con la idea que ni desfigurándome la cara sabré si la sienta aún. Quiero rascarme. Ultimamente tampoco siento mi cuerpo, ni los múltiples piquetes de mosquito que tanto me molestaban. (Raro... insisto). Ya no me molesta la tela fibrosa de aquella blusa que me gusta (y que ya no la uso), y me sigue enojando desesperadamente no saber por qué. Miro como culpable al espejo, (él ha de saber algo) nada... ¿es que se ha hecho frágil mi cuerpo? Ese día incluso temí en salir a la calle. No sentía nada, sólo miedo, y mi cuerpo seguía igual. Caminé unas cuantas cuadras... a cada paso (sin sentirlo) se iban por el aire fragmentos de mi cuerpo, y, antes de desaparecer mi cara sentí el fluir de mi sangre, algo significaba... mis ojos buscaron mi cuerpo y con espanto y sorpresa, desaparecí. Es el aire el que da testimonio de ello, cada vez que sopla al oído de alguien, cuando susurro la últimas preguntas: ¿puedes ver mi cara? ¿volar conmigo...?

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