lunes, 27 de octubre de 2008

El señor cuento

No vayas a agarrar las palabras de esa ensalada... (usted me roba la señal) la radio agonizaba en las últimas notas de aquella ridícula canción. No tenía noción alguna del tiempo, y la ensalada de letras perdía su frescura y ya se tornaban malas y poco nombrables. Olvidé mi mazapán entre la confusión y el encuentro de las últimas palabras que a la vez se perdían con la agonía de las notas al robarse el señor cuento la señal: "No vayas a agarrar las palabras..." me decía.

(Reflexión sobre las sopas de letras queriendo ser ensaladas... el señor cuento parecía estar cerca de resolver el misterio... ¿o pura confusión?)

Son seis días a la semana, seis mañanas, más de seis interrupciones y múltiples conversaciones pasadas (y por tanto, repetitivas). El mazapán deshecho en mi blusa, la radio hablando el idioma monstruo, el sol pegándome en la cara... El señor cuento ahí seguía, con su cachucha anaranjada y camisa a cuadros. Cada mañana llega ostentosamente a dar los buenos días y luego hace enfermar a la radio. Por ratitos se va y regresa, platica monótonamente o hace tribunal de justicia al llegar la dueña con su mata de molestas tentaciones. ¡Es tan frustrante cuando me llega la inspiración...! Lea, escriba o escuche boleros de antaño (con mi mazapán en la mano) empieza a hablar bajo cualquier pretexto. Algo atormentada y molesta (resignada más tarde) he de escucharlo y solidarizarme con las mismas ideas. Señor cuento: viejito plomero de camisa a cuadros y cachucha anaranjada; víctima de circunstancias impuestas por la vida y abandono irremediable de oportunidades maestras (aún así, el consuelo es que le llamen "maestro"). Enemigo de mis libros, trauma de mi pluma y hojas de papel, incomprendido mal de la radio y desvanecedor mágico de mazapanes. Su identidad secreta... (todo se sabe) y cuando me preguntan por él me dicen: "¡ah, qué parlanchín ¿verdad?!". No niego me ayuda bastante a ser un ociosa lectora (carrilla ya bautizada como la niña "estudiosa" o "la niña de los libros") (aunque luego se desquita, ya ven) ni tampoco niego extrañe algún día su hablar intermitente y preguntar: "¿hoy no vino Don Felipe...?".

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