viernes, 17 de octubre de 2008

Las llaves

Se creen la entrada al cielo. Son tan obstinadas... que al momento de pasear por la calle suenan con ímpetu y travesura. Yo las conozco mejor que nadie (aunque ya todos las conozcan) reconozco su tintinear cuando están enojadas, apresuradas o tristes. Son tantas y de considerable peso, que sería el fin de la utilidad puertífera si se llegaran a perder. A veces ( no es envidia) creo que podrían tener la llave al cielo, pues hay ocasiones en que entre ellas se desconocen. Se visten de dorado y plata para mostrar su elegancia y figura (me causa risa sus enormes cabezas) y se adornan con grandes medallones. Ah, la vanidad de las llaves... en específico éstas. Cada mañana, mediodía y noche hay que preguntar por ellas (no pueden faltar a ninguna ocasión) y si no se pregunta por ellas, pierden su importancia. Ellas no, y es por ello la vanidad de su fama. Esas llaves no pierden detalle ni el interés de nadie. Mi interés ahora es: ¿realmente tendrán la llave al cielo...?.

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