sábado, 11 de octubre de 2008

El mar del silencio

El tono del cielo, aquel día de nostalgia y preocupaciones era de un divino azul y un fulminante lila, quizá. Andaba por la calle en busca de la salvación sin cargos, una salvación plena en la que me abrazara la gloria que tanto espero. Un extraño ruido, agresivo, sublime, me llamaba desde mi recóndita alma: eran las olas que azotaban su existencia contra el muro del mundo que tanto evitaba. Estaba muy cansado, y decidí protegerme del esplendoroso abismo con la sombra de un árbol. Sentado, descansando de las intrigas y dejando de lado el calentador, me puse a escuchar el silencio de las olas. Me llamaban, me confundían: ¿quién era yo ante esta inmensidad? ¿qué hago aquí, dentro de la guerra, estando la profundidad de la calma a mi lado?. Una pregunta, dos, fueron suficientes para meterme al mar con mis pensamientos; mi cuerpo se quedó ahí afuera, bajo el árbol. En un principio nadaba entre la esperanza y el silencio en mi búsqueda. Sólo seguía el rayo de luz que se proyectaba desde arriba, donde ardía el fuego de la maldad emanando humo de los inocentes que aún no encontraban el camino hacia el mar. En un principio sentí pena de no regresar y seguir nadando, al final acabé entregándome a los brazos del perdón y del olvido. Mi cuerpo lo encontraron convertido en pasto y el calentador plantado.

*Basado en una anécdota de un esperanzado anciano que caminaba por la playa con un calentador automático en la espalda.

1 comentario:

Capriceuse dijo...

El mar, es a donde todos queremos
llegar, porque siempre nos hace
olvidar con sus aturdidoras olas
que parecen tristes pero enrealidad
llevan consuelo entre sus brazos
para el que lo necesita...
Profundo. Inspirativo... Me gusto... y mucho...
Cuidate mucho, ya sabes que te
quiero mucho mi querida y pequeña
literata de grandes alas y sentimientos...